
Hay artistas que dejan una huella imborrable en su ciudad, en su región, y acaban siendo considerados iconos culturales de renombre; profetas en su tierra, para entendernos. César Manrique representa el mejor ejemplo de ello en las Islas Canarias, un archipiélago en el que demostró, de manera pionera, que arquitectura y naturaleza podían (y debían)